noviembre 18, 2025
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983.736 euros. Eso es lo que podría pagar tu empresa por no formar correctamente a sus trabajadores. Y no es una exageración: lo dice el artículo 40 de la LISOS.
La formación obligatoria lleva años en la agenda legal de las organizaciones, pero en muchas de ellas sigue tratándose como una formalidad de última hora, encajada entre auditorías y carpetas de compliance… un PDF enviado por correo, una firma recogida “por si acaso”, un curso sin seguimiento real.
¿El problema? Esta visión ya no se sostiene. El marco legal se ha ampliado, la trazabilidad es exigida y los inspectores (y tribunales) ya no compran excusas. Desde la Ley de PRL hasta el RGPD, pasando por igualdad, acoso, protección de datos o formación en sostenibilidad, las exigencias se multiplican. Y también los riesgos.
Pero el coste de no formar no se limita a una sanción. Rotación, desconfianza interna, clima laboral enrarecido, caída de productividad… Hay un iceberg detrás de cada multa.
¿Estamos formando para cumplir, o para proteger y evolucionar? En este artículo te mostramos por qué la formación obligatoria no es solo un deber legal, sino una de las estrategias más subestimadas de gestión del riesgo, cultura empresarial y desarrollo del talento.
Y sí: también te diremos cuánto puede costarte no tomártela en serio.
El origen de la formación obligatoria en España está profundamente ligado a la seguridad laboral. La Ley 31/1995 de Prevención de Riesgos Laborales (PRL) estableció que todo trabajador debe recibir formación adecuada y específica en esta materia. Luego llegaron otras normativas que ampliaron ese deber: igualdad, protección de datos, compliance penal, acoso laboral o formación en sostenibilidad, por citar algunas.
Pero la realidad es que muchas empresas siguen tratándola como un mero requisito legal. De hecho, según el SEPE (2024), el 82% de las empresas imparten formación obligatoria, pero solo el 46% mide su impacto real.
Un hecho que puede contribuir a esta realidad es que, en España, la formación obligatoria no es uniforme. Existen distintos marcos normativos que exigen, impulsan o refuerzan la necesidad de formar a las personas trabajadoras. Y aun así, su desconocimiento no exime de responsabilidad.
Entre las leyes que hoy conforman este mapa encontramos:
Muchas pymes desconocen el alcance real de estas obligaciones, lo que las deja expuestas a riesgos legales y reputacionales. Y lo que es peor: pierden la oportunidad de usar la formación como herramienta de valor.
Las sanciones por incumplir con la formación obligatoria pueden ser mucho más altas de lo que muchas empresas imaginan. En el caso de la PRL, la Ley sobre Infracciones y Sanciones en el Orden Social (LISOS) establece que las multas por infracciones muy graves pueden alcanzar los 983.736 €. Sí, has leído bien.
Y no hablamos solo de multas económicas: también hay impacto reputacional, aumento de la rotación, caída en la productividad y pérdida de confianza del equipo.
Un estudio de Randstad (2023) indica que el 63% de los trabajadores percibe de forma positiva a su empresa cuando recibe formación obligatoria de calidad. Al contrario, una mala experiencia formativa puede generar desconfianza, apatía o incluso aumentar la intención de abandonar la empresa.
Además, según el Instituto Adecco, el 47% de las organizaciones que invierten menos en formación tienen mayores tasas de rotación y ausentismo. Formar no solo evita multas: protege la salud del negocio.
Cuando las empresas alinean la formación obligatoria con sus valores, el impacto va más allá del cumplimiento. Se convierte en una herramienta de cultura organizativa. De hecho, algunas organizaciones aprovechan esta formación para reforzar mensajes clave:
No se trata de formar por formar, sino de conectar la obligatoriedad con el propósito. Porque cuando la plantilla percibe que la empresa apuesta por su desarrollo, el compromiso se multiplica.
Menos checkbox, más impacto
El reto para los próximos años no será tanto impartir formación obligatoria, sino convertirla en una experiencia significativa. Para eso, el diseño instruccional y la tecnología serán aliados clave.
En palabras de un reciente informe de Gartner (2024), el compliance learning dejará de ser una tarea administrativa para convertirse en un habilitador cultural.
Transformar la formación obligatoria en una experiencia significativa no solo requiere visión: necesita herramientas que lo hagan posible. El área de L&D no puede avanzar si sigue atrapada entre excels, recordatorios manuales y procesos fragmentados.
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