diciembre 28, 2016
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La gestión de la identidad digital se define como la capacidad de crear, adaptar y gestionar una o varias identidades digitales visibles, protegiendo la propia reputación digital y administrando los datos generados a través de las diversas cuentas y aplicaciones utilizadas.
La identidad digital es lo que somos para otros en la Red o, mejor dicho, lo que la Red le dice que somos a los demás por el rastro que dejamos al participar en ella (los comentarios que hacemos, las noticias que publicamos, las fotos que compartimos, las opiniones que manifestamos…).
La identidad digital no tiene por qué ser única. Una misma persona puede tener una identidad online como seguidor de un equipo de fútbol, otra como integrante de una familia y otra como profesional de la ingeniería. De hecho, la identidad digital no tiene por qué coincidir necesariamente con la identidad analógica, aunque conviene que, al menos, la digital y la analógica, guarden coherencia.
Para crear y mantener la identidad digital existen algunas herramientas que ya conocemos, aunque no son las únicas. Su papel en nuestra identidad digital está determinado por las acciones que llevemos a cabo en ellas, y que dejan ese rastro, o huella, en la red que conforma lo que para otros somos o parecemos:
No solo los mensajes que enviamos o los recursos que publicamos hablan de nosotros. También nuestros contactos. Nuestros amigos, contactos profesionales, seguidores y a quienes seguimos, ayudan a confeccionar nuestra identidad digital.
A la hora de gestionar nuestra identidad digital debemos trabajar tres elementos:
La visibilidad hace referencia a si somos más o menos conocidos online. ¿Has probado a buscar tu nombre y apellidos en Google? ¿Los resultados corresponden a tu persona?
Es posible que nos interese ser más o menos visibles, sobre todo si gestionamos varias identidades. Con más probabilidad nos interesará tener una identidad profesional visible; no tanto la personal.
Podemos incrementar nuestra visibilidad, entre otras técnicas, haciendo uso de servicios de geolocalización como Google Local Guides, y aportando frecuentemente contenidos a blogs, redes sociales y otros medios digitales. Para medir de alguna manera la visibilidad online, se utiliza el número de seguidores y contactos, las veces que los contenidos son compartidos, el tráfico al propio perfil, etc.
No obstante, la visibilidad no es el único ni más importante factor para gestionar la identidad digital.
Hace referencia a la opinión que los demás tienen de nosotros, y se mide en función del impacto de lo que compartimos. Digamos que consiste en tener buena o mala prensa. Sobre ella influye lo que decimos, y cómo y dónde lo decimos, así como la calidad de los contenidos y su relevancia. Por supuesto, la reputación y la visibilidad son conceptos íntimamente ligados, pues “la autoridad y el estatus no se consiguen por jerarquía, sino por la capacidad de estar conectado de forma interactiva con otras personas, es decir, recibiendo y emitiendo mensajes interesantes para los demás” (Aced et al, 2009).
Para medir la visibilidad y la reputación existen multitud de herramientas, entre las que destacan:
Por su parte, la privacidad es un elemento más en vigor que nunca. Aunque posiblemente somos conscientes de los datos y la información personal o profesional que compartimos, en la mayoría de casos no sabemos qué repercusión tendrá haberlos compartido, es decir, su alcance. En muchos formularios de registro se solicitan datos que podrían calificarse como “especialmente sensibles” como ideología, creencias, raza o salud, y hay que considerar que, incluso al darse de baja de esos servicios, los datos y contenidos pueden ser visibles para otros usuarios, o quedar en manos de la empresa propietaria. Es, ya no recomendable, sino obligatorio leer con atención las políticas de privacidad de las herramientas digitales y, en mayor medida, de las que suponen la creación de perfiles personales o profesionales completos.
Todo ello porque, como dice Jure Klepic: “Lo que ocurre en Las Vegas se queda en Las Vegas. Lo que ocurre en Twitter se queda en Google para siempre.”
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